La idolatría de la Ciencia, + culto a la democracia + el placer y de la carne constituye la religión antropólatra.
Esta idolatría de la Ciencia nada tiene que ver, por supuesto, con la indagación científica, que se dedicaba a explorar la naturaleza , sino que pretende el dominio de la naturaleza, colocándose por encima del bien y del mal.
Todo intento de adentrarse en la naturaleza sin reconocer la existencia de una primera causa está, sin embargo, condenado al fracaso; estamos ante un barrizal cientifista que en lugar de aclarar la naturaleza la ha vuelto más turbia.
Los dictámenes de la Ciencia no son más que la cháchara de unos farsantes que improvisan sobre la marcha, incapaces de penetrar los misterios de la naturaleza, puesto que niegan su primera causa.











