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sábado, 1 de agosto de 2020

El madero de la Cruz

El madero de la cruz
(inspirado en  «La mujer de Pilato» (Die Frau des Pilatus, Insel- Verlag 1955)

En cada esquina del mundo hay sufrimiento, por todos los caminos de la existencia hay personas que no dejan de llorar, sobre todo durante esta pandemia, pero en medio de ese dolor la compasión de Cristo acompaña a todos, ya que nos amó y se entregó por cada uno de nosotros, a pesar de nuestras infidelidades y traiciones. 
“…20 y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí.v Y la vida que ahora vivo en el cuerpo, la vivo por mi fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a la muerte por mí…” (Gál.2,20)
Fuera de Jesús todo es pequeño, en él se alza la paz verdadera, que vence la injusticia, el pecado y la muerte. Pascal afirmó que «Jesús estará en agonía hasta el fin del mundo» («Jésus será en agonie jusqu’à la fin du monde», P 553). Y así es en realidad, está presente en todo dolor, sobre todo el injusto.



Jesús está en un jardín, no de delicias, como el primer Adán, donde se perdió a sí mismo y a toda la humanidad, sino en uno de tormentos, donde se salvó a sí mismo y a toda la humanidad.
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Sufre este dolor y este abandono en el horror de la noche.
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Creo que Jesús nunca se quejó, excepto esta vez. Pero por entonces se queja como si ya no pudiera contener su dolor excesivo: mi alma está triste hasta la muerte.


El Crucificado se identifica con los crucificados de todas las épocas de la historia, con todos aquellos inocentes que han sufrido, sufren y sufrirán a causa del egoísmo existente en el mundo. Cristo se reconoce y padece en cada uno de los miembros de su cuerpo, que es maltratado, privado de sus derechos, llevado como corderos al matadero. 
“… El Rey les contestará: ‘Os aseguro que todo lo que hicisteis por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicisteis.’…” (Mt.25,40)
 “…El Rey les contestará: ‘Os aseguro que todo lo que no hicisteis por una de estas personas más humildes, tampoco por mí lo hicisteis.’…(Mt.25,45)
Mira a víctimas y verdugos con una compasión sin límites.
Se entrega a la muerte para abrazar a los desamparados y no dejarles abandonados a su suerte. Abraza nuestra vulnerabilidad, para acompañarla y trascenderla. El Crucificado siempre triunfa con la grandeza de su amor. Su mirada en el madero de la
infamia alcanza por igual a todos y, en espera del momento propicio, nos conduce a la Resurrección, a la Plenitud de la Vida.

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