Dios, felicidad, belleza
La belleza es uno de los atributos de Dios y las cosas bellas son bellas porque son un reflejo de Dios.
Mirar este mundo es como ver la espalda de Dios, no podemos verle cara a cara, pero le vemos reflejado en toda la belleza de la creación.
Nuestra felicidad está en Dios, hemos sido hechos para él, por eso descubrir la belleza nos produce felicidad, porque nos lleva a Él, nos habla de Él. Pero no es una felicidad completa, siempre va a acompañada de nostalgia, porque a todos nos ocurre lo que cuenta San Agustín en sus Confesiones, que las cosas bellas nos hablan de Dios, pero también nos dicen que no son Dios. La felicidad que nos da la belleza en este mundo es incompleta, y así debe ser, porque si nos dejara satisfechos nos quedaríamos aquí, en la posada del camino; creeríamos que este es nuestro hogar, en lugar de ver el mundo como lo que es, una posada errante, un lugar para descansar y seguir caminando hacia la plena felicidad: ver a Dios.
Es ilusión considerar que el ser humano es una criatura autosuficiente, que no necesita a Dios, que la felicidad depende de uno mismo y consiste en un libro creciente de autodeterminación, desarrollo técnico y satisfacción material. Que es una cuestión de progreso que la humanidad avanza hacia una perfección material y moral cada vez mayor. Y no. Todo eso es falso, es ilusión.
Las consecuencias son ver a gente vacía, desilusionada, sin sentido, sin interés, psicológicamente destrozadas sin encontrar sentido a sus vidas y cuyo dolor no se calma con la comodidad o la técnica.
Por eso la humanidad está desorientada, porque el ser humano no está hecho para sí mismo ni para el mundo, está hecho para Dios, y solo puede encontrar su felicidad en Dios.








0 comentarios:
Publicar un comentario