La normalidad deseada
¿Y si escuchamos más a nuestro prójimo? ¿Y si le escuchamos con más interés? ¿Y si escuchamos sin crisparnos? ¿Y si escuchamos verdaderamente, con el corazón? En definitiva: ¿y si en lugar de oír, escuchamos de verdad?”
La actual pandemia ha herido de muerte a los mesianismos modernos de la ciencia y el progreso, el estado de bienestar neoliberal, la seguridad y la afirmación de Fukuyama de que ya hemos llegado al fin de la historia. Ahora se nos quiere consolar con que pronto volveremos a la normalidad de antes. Pero esta “normalidad” ha causado desigualdades sociales, venta de armas, guerras, violencia y destrucción de la naturaleza, hambre, machismo y feminicidios, migraciones, muerte de niños, abusos sexuales, víctimas y caos. No podemos volver a esa “normalidad”.
Jesús de Nazaret no optó por un mesianismo davídico de poder, riqueza y prestigio, sino por un mesianismo de servicio humilde.
Se echa en falta una normalidad fundada en ese referente: fundada en la fraternidad local y universal, el amor, el perdón sin venganza, la no violencia, la predilección por los marginados (niños, mujeres, enfermos, pecadores), no servir a dos señores, a Dios y al dinero; hacer la voluntad del Padre, confiar en su misericordia, asumir que los pobres serán nuestros jueces en el juicio final de la historia y tener en cuenta que Jesús, para evitar confusiones, afirma que su mesianismo pasa por la cruz,
En la Iglesia, con frecuencia se ha insistido en las doctrinas, normas y ritos, como si la Iglesia fuera ya el Reino definitivo,
La pandemia es un signo de los tiempos que nos impulsa a volver a la fraternidad, al cuidado de la creación y la confianza en un Dios Padre de todos. ¿Qué podemos hacer ahora? Aprender y caminar humildemente en la historia ante Dios, sembrar amor







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